Lo más relevante que cabe decir sobre esta propiedad es que es un hogar, en todo el sentido del término; por eso el viajero que la disfruta se siente como un invitado, y nunca como un simple cliente. Es una vivienda preciosa en un rincón idílico, mucho más bonita aun de lo que aparece en las fotos, llena de vida y de historia familiar, repleta de detalles encantadores, perfectamente acondicionada y con esas comodidades y facilidades que solo se pueden encontrar en una casa propia. Pilar, la propietaria, ejerce durante todos los trámites como la anfitriona ideal: amable, entusiasta y colaborativa, facilitando en cada momento las cosas para hacer de la estancia en San Fiz una fábrica de hermosos recuerdos. Gracias a ella y muy especialmente también a Fátima, indispensable, por su atención, simpatía y disponibilidad; la casa estaba impoluta y no puedo mencionar una sola cosa que no funcionara a la perfección. Es imposible no disfrutar aquí. Absolutamente recomendable, sobre todo para familias pequeñas, parejas muy felices o viajeros solitarios con algo bonito entre manos.